Fabio Anibal Goiris*
El fenómeno más importante que trae aparejado las elecciones de abril de 2023 es que el Paraguay está pasando por una transición cultural e ideológica. Por detrás del acto de civismo, que es la votación para presidente, transparecen procesos culturales, ideológicos y políticos postergados por largo tiempo. Estos procesos, en mutación, son los que están originando una Concertación de centro izquierda. Así, la pregunta clave es: ¿por cuales razones se ha venido construyendo una transición cultural e ideológica? Una de las explicaciones es que históricamente los dueños del poder nunca estuvieron a favor de las clases populares. La imposición de valores económicos e ideológicos por la clase dominante ha resultado es un pueblo empobrecido y alienado.
Sobresalen dos elementos adversos: a) el avance de la corrupción pública y b) el aumento vertiginoso de las deudas. Ambas situaciones fueron promocionadas y perpetradas por los sucesivos gobiernos colorados. Así, en 2022 la deuda pública o interna del Paraguay creció 10,2% y alcanzó un total de USD 14.450 millones, monto que representa el 35,3% del PIB; mientras que la deuda externa se multiplicó por 5,5 desde el 2012, lo que significa un aumento de 456%. Como consecuencia de este grave cuadro deficitario, la sociedad continúa viviendo en una drástica división de dos clases antagónicas: la que dispone de los medios de producción (burguesía) y la que sólo posee la fuerza de su trabajo para sobrevivir (proletariado).
El sociólogo Tomás Palau ha escrito un parágrafo de gran valor histórico cuando se refería a los orígenes del poder real en el Paraguay:
A diferencia de la mayoría de los países de la región, que de alguna manera atravesaron desde comienzos del siglo pasado por un proceso de industrialización y, posteriormente, de industrialización sustitutiva de importaciones, Paraguay pasó de un modelo dependiente de las exportaciones primarias a otro distinto, pero también de casi
exclusiva actividad primaria. No vivió la experiencia de la urbanización por atracción migratoria, no consolidó una clase obrera de alguna importancia cuantitativa, no se conformó tampoco una burguesía industrial. En consecuencia, aquellas formas de producción y acumulación mitad feudales mitad capitalistas se mantuvieron vigentes hasta hace muy poco (muchos opinan que hasta ahora).
Este es el dilema que se arrastra hasta los días de hoy. Paraguay no ha pasado por una revolución burguesa. Desde 1870, después de la Guerra contra la Triple Alianza, el país, ya devastado por una guerra genocida, ha soportado a gobiernos entreguistas que permitían la venta de tierras públicas a extranjeros, principalmente a argentinos, brasileños o ingleses. Se inició la explotación de la madera y la yerba mate y, sin embargo, infelizmente, la polea del progreso era movida por brazos semiesclavos.
Cuando llegan los años 50, del siglo XX, emerge más un golpe de Estado, esta vez por las manos del general Stroessner. Los cambios producidos no llegaron a cumplir las promesas y la situación económica y social no ha mejorado como se esperaba. Hasta el final del gobierno de Stroessner no se ha percibido en el Paraguay ninguna forma de revolución burguesa, que tuviera por finalidad destruir las viejas relaciones de producción y su substitución por relaciones capitalistas más modernas. Al contrario, se estableció, en
el Paraguay, un Estado oligárquico aliado a una burguesía fraudulenta, donde el Partido Colorado continuaba divulgando un republicanismo de apariencias.
Al momento de la llamada transición política, tras la caída de Stroessner en 1989, se ha venido consolidando un nuevo esbozo de utilización de las tierras públicas y privadas. Hubo una cierta erosión del viejo latifundio: la actividad económica principal pasó de la exportación de madera y yerba mate, a la agricultura, algodón primero y soja después. No obstante, el dilema económico y social es que estas nuevas actividades estaban totalmente en manos de extranjeros, especialmente de brasileños (léase empresas agroexportadoras multinacionales y cooperativas de grandes productores capitalizados – todas recibiendo copiosos incentivos tributarios y fiscales del Estado).
Así, sobre este andamiaje de espuma, poroso y de baja densidad, el Paraguay ha venido caminando en sus últimos 100 años. Un país donde la concentración de la propiedad rural es una de las más altas del mundo y donde la salud, la educación, la cultura y el bienestar en general (especialmente de las clases populares), ha estado en total
aplazamiento y deterioro.
Al avanzar el siglo XXI Paraguay aparece como el tercer mayor exportador de soja del mundo, seguidos por carne vacuna y electricidad que, juntos, en 2019, representaron casi un 70 por ciento del total de las exportaciones. Sin embargo, contrariamente, en pleno año 2022, la incidencia de la pobreza en la población según los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares 2021 es del 26,9% (que corresponde a casi 2.000.000 de personas con ingreso per capita inferior al costo de la canasta básica).
En este contexto, la actual transición cultural e ideológica viene emergiendo como una resistencia de las bases populares al sombrío cuadro estadístico, al obscurantismo ideológico y al aplazamiento socioeconómico. Efraín Alegre, del PLRA, es el flamante candidato de la Concertación Nacional. En la Argentina ocurrió algo semejante en tiempos de Raúl Alfonsín. En las elecciones de 1983, cuando Alfonsín llegaba al poder, después de la dictadura, el electorado no se volcó a la propuesta de la Unión Cívica Radical por sus promesas de progreso económico, sino porque Alfonsín irrumpía con la propuesta de una normalización institucional y el respeto por las garantías individuales y los derechos humanos mutilados por las Juntas Militares, a las cuales en general la sociedad ya repudiaba. El nuevo gobierno expresaba justicia y modernidad, imponiendo un carisma y un orden de cosas diferente.
Ahora, de manera semejante, en el año 2023, en el Paraguay, los derechos ya no son mutilados por el militarismo, sino por una burguesía fraudulenta que se apoderó del Partido Colorado e impuso su dominio y su imperio económico comprometiendo a las instituciones del Estado y echando por tierra las garantías y los derechos de los
ciudadanos, especialmente los derechos sociales. Estas leyes naturales (derecho natural, que ya viene de Antígona, de Sófocles) y leyes positivas (derecho positivo) incluyen los derechos a la alimentación, a la vivienda adecuada, a la educación, a la salud, a la seguridad social, a la participación en la vida cultural y sobre todo al trabajo remunerado.
Así, parece estar consolidándose en el país un entendimiento progresista y de resistencia, que desemboca en la Concertación Nacional, y que se opone a un aterrador esquema hegemónico, autoritario, corrompido y oligárquico (ya denunciado hasta por Estados extranjeros, como Norteamérica).
En esta transición cultural e ideológica ya no hay el predominio de los colores partidarios, colorado o liberal. La concertación de centro izquierda es una realidad que parece estar por encima de los partidos y de las clases sociales. Los pujantes movimientos de campesinos son apenas un ejemplo. Sin embargo, hay mucha resistencia todavía,
especialmente en el seno de la clase media paraguaya. La tenacidad e influencia del atávico conservadurismo reaccionario es tan fuerte que no se descarta una nueva victoria del Partido Colorado. De cualquier modo, las bases civiles progresistas que apoyan al proceso de cambio, sienten que ya no se trata de un simple sufragio para elegir a un presidente, sino que se vive en el Paraguay una transición. Un estallido hacia la redemocratización. Parece brotar una restauración de formas ideológicas nacionalistas antes ofuscadas y una renovación cultural dialéctica y republicana. Una especie de contrato social jacobino, como lo deseara Rousseau, incluyendo las anheladas reformas
sociales.
- Fabio Anibal Jara Goiris es politólogo, profesor de la Universidad Estatal de Ponta Grossa (UEPG); graduado en Derecho; Master en Ciencias Políticas de la UFRGS (Brasil); Post graduado en Sociología Política por la Universidad de Londres, Inglaterra y autor de varios libros como Paraguay: Ciclos Adversos y Cultura Política, Editora Servilibro, Asunción, 2004.